domingo, 7 de noviembre de 2010

VERDAD Y MÉTODO.

VERDAD Y MÉTODO.

Hans−George Gadamer.

II. Fundamentos para una teoría de la experiencia hermenéutica.

Capítulo IX. La historicidad de la comprensión como principio hermenéutico.

1.     El círculo hermenéutico y el problema de los prejuicios.


a)      El descubrimiento de la pre estructura de la comprensión por Heidegger.

Una vez liberada de las inhibiciones ontológicas del concepto científico de la verdad, la hermenéutica puede hacer justicia de la historicidad de la comprensión. Toda interpretación correcta tiene que protegerse contra la arbitrariedad de las ocurrencias y contra la limitación de los hábitos imperceptibles del pensar, y orientar la mirada a la cosa misma. El que quiere comprender un texto realiza siempre un proyectar. Tan pronto como aparece en el texto un primer sentido, el intérprete proyecta enseguida un sentido del todo. Esta descripción es simplista. La interpretación empieza siempre con conceptos previos que tendrán que ser sustituidos progresivamente por otros más adecuados. Y en esto consiste el sentido de comprender e interpretar. Elaborar los proyectos correctos y adecuados a las cosas, que como proyectos son anticipaciones que deben confirmarse en las cosas, tal es la tarea constante de la comprensión. La comprensión sólo alcanza sus verdaderas posibilidades cuando las opiniones previas con las que se inicia no son arbitrarias. El intérprete debe examinar todas las opiniones en cuanto a su origen y su validez. Esta exigencia fundamental debe pensarse como la radicalización de un procedimiento que en realidad siempre estamos desarrollando cuando comprendemos algo. Frente a todo texto nuestra tarea es no introducir directa y acríticamente nuestros propios hábitos lingüísticos. Para proteger un texto de cualquier malentendido simplemente hay que estar abierto a todas las opiniones, El que quiere comprender un texto tiene que estar en principio dispuesto a dejarse decir algo por él. Una conciencia formada hermenéuticamente tiene que mostrarse receptiva desde el principio para la alteridad del texto. No se trata en modo alguno de asegurarse a sí mismo contra la tradición que hace oír su voz desde el texto, sino, por el contrario, de mantener alejado todo lo que pueda dificultar el comprenderla desde la cosa misma. Son los prejuicios no percibidos los que con su dominio nos vuelven sordos hacia la cosa de que nos habla la tradición. Sólo este reconocimiento del carácter esencialmente prejuicioso de toda comprensión confiere al problema hermenéutico toda la agudeza de su dimensión, entonces el historicismo, pese a toda crítica al racionalismo y al pensamiento iusnaturalista, se encuentra él mismo sobre el suelo de la moderna Ilustración y comparte sus prejuicios. Prejuicio no significa pues en modo alguno juicio falso, sino que está en su concepto el que pueda ser valorado positivamente o negativamente.

b) La depreciación del prejuicio en la Ilustración.

El problema hermenéutico Intenta comprender la tradición correctamente, esto es, racionalmente y fuera de todo prejuicio. Pero esto tiene una dificultad por el hecho de que la fijación por escrito contiene en sí misma un momento de autoridad que tiene siempre mucho peso. Lo escrito tiene la estabilidad de una referencia, es como una pieza de demostración. Hace falta un esfuerzo crítico muy grande para liberarse del prejuicio generalizado a favor de lo escrito y distinguir como en cualquier afirmación oral, lo que es opinión de lo que es verdad. La fuente última de la autoridad no es ya la tradición sino la razón. Lo que está escrito no necesita ser verdad. Nosotros podríamos llegar a saberlo mejor. Ese es la máxima general con la que la Ilustración moderna se enfrenta a la tradición y en virtud de la cual acaba ella misma convirtiéndose en investigación histórica. Los patrones de la Ilustración moderna siguen determinando la auto comprensión del historicismo, por una ruptura peculiar originada por el romanticismo. Esta inversión romántica del patrón valorador de la Ilustración logra justamente perpetuar el presupuesto de la Ilustración, la oposición abstracta del mito y razón. Toda crítica a la Ilustración seguirá ahora el camino de esta reconversión romántica de la Ilustración. La conciencia mítica sabe de sí misma, y en este saber ya no está enteramente fuera de sí misma. De estas inversiones del romanticismo sale la actitud de la ciencia histórica del siglo XIX, que no mide ya el pasado según los patrones del presente, sino que otorga a los tiempos pasados su propio valor y es capaz incluso d reconocerle su superioridad en ciertos aspectos. Si para la Ilustración es cosa firme que toda tradición que se revela ante la razón como imposible sólo puede ser entendida como histórica, esto es, retrocediendo a las formas de comprensión del pasado, la conciencia histórica que aparece con el romanticismo es en realidad una radicalización de la Ilustración. La crítica romántica a la Ilustración desemboca así ella misma en ilustración, pues al desarrollarse como ciencia histórica lo engulle todo en el remolino del historicismo. La depreciación fundamental de todo prejuicio, que vincula al pathos empírico de la nueva ciencia natural con la Ilustración, se vuelve, en la ilustración histórica, universal y radical. Este es precisamente el punto con el que se debe enlazar críticamente el intento de una hermenéutica histórica.
La superación de todo prejuicio, esta exigencia global de la Ilustración, revelará ser ella misma un prejuicio cuya revisión hará posible una comprensión adecuada de la finitud que domina no sólo nuestros hombres sino también nuestra conciencia histórica. En realidad no es la historia la que nos pertenece, sino que somos nosotros los que pertenecemos a ella.
Mucho antes de que nosotros nos comprendamos a nosotros mismos en la reflexión, nos estamos comprendiendo ya de una manera autoevidente en la familia, la sociedad y el estado en que vivimos. La autor reflexión del individuo no es más que una chispa en la corriente cerrada de la vida histórica. Por eso los prejuicios de un individuo son, mucho más que sus juicios, la realidad histórica de su ser.

2. Los prejuicios como condición de comprensión.


a) Rehabilitación de autoridad y tradición.

 La precipitación es la fuente de equivocación que induce a error en el uso de la propia razón; la autoridad en cambio es culpable de que no se llegue siquiera a emplear la propia razón. La distinción se basa por lo tanto en una oposición excluyente de autoridad y razón. La hermenéutica que enseñará a usar correctamente la razón en la comprensión de la tradición La oposición entre fe en la autoridad y uso de la propia razón, instaurada por la Ilustración, tiene desde luego razón de ser. En la medida en que la validez de la autoridad usurpa el lugar del propio juicio, la autoridad es de hecho una fuente de prejuicios. Pero la autoridad de las personas no tiene su fundamento último en un acto de sumisión y de abdicación de la razón, sino en un acto de reconocimiento y de conocimiento La autoridad no se otorga sino que se adquiere, y tiene que ser adquirida si se quiere apelar a ella. Reposa sobre el reconocimiento y en consecuencia sobre una acción de la razón misma que, haciéndose cargo de sus propios límites, atribuye al otro una perspectiva más acertada. En realidad no tiene nada que ver con obediencia sino con conocimiento. De este modo el reconocimiento de la autoridad está siempre relacionado con la idea de que lo que dice la autoridad no es irracional ni arbitrario, sino que es principio puede ser reconocido como cierto. Hay una forma de autoridad que el romanticismo defendió con un énfasis particular: la tradición.
Lo consagrado por la tradición y por el pasado posee una autoridad que se ha hecho anónima, y nuestro ser histórico y finito está determinado por el hecho de que la autoridad de lo transmitido, y no sólo lo que se acepta razonadamente, tiene poder sobre nuestra acción y sobre nuestro comportamiento. Las costumbres se adoptan libremente, pero ni se crean por libre determinación ni su validez se fundamenta en ésta.
Precisamente es esto lo que se llama tradición: fundamento de su validez. En realidad la tradición siempre es un momento de la libertad y de la historia. La tradición es esencialmente conservación, y como tal nunca deja de estar presente en los cambios históricos. Sin embargo, la conservación es un acto de razón, aunque caracterizado por el hecho de no atraer la atención sobre sí. Nos encontramos siempre en tradiciones, es un reconocerse en el que para nuestro juicio histórico posterior no se aprecia apenas conocimiento, sino un imperceptible ir transformándose al paso de la misma tradición. En cualquier caso la comprensión en las ciencias del espíritu comparte con la pervivencia de las tradiciones un presupuesto fundamental, el sentirse interpelado por la tradición misma. En el comienzo de toda hermenéutica histórica debe hallarse por lo tanto la resolución de la oposición abstracta entre tradición e investigación histórica, entre historia y conocimiento de la misma. La moderna investigación histórica tampoco es sólo investigación, sino en parte también mediación de la tradición.



b) El modelo de lo clásico.

Naturalmente será necesaria una reflexión hermenéutica muy depurada para hacer comprensible la posibilidad de que un concepto normativo como el de lo clásico obtenga o recupere un derecho científico. Cuando empleamos actualmente clásico como concepto histórico de un estilo que se determina unívocamente por su confrontación con lo de antes y lo de después, este concepto, ya históricamente consecuente, es sin embargo, ajeno al de la antigüedad. El concepto de lo clásico designa hoy una fase temporal del desarrollo histórico, no un valor supra histórico. Lo clásico es una verdadera categoría histórica porque es algo más que el concepto de una época o el concepto histórico de un estilo, sin que por ello pretenda ser un valor supra histórico. Hace posible la existencia de algo que es verdad. Lo clásico es una realidad histórica a la que sigue perteneciendo y estando sometida a la conciencia histórica misma. El primer aspecto del concepto de lo clásico es el sentido normativo, y esto responde por igual al uso lingüístico antiguo y moderno. El concepto valorativo general de lo clásico se convierte de nuevo en un concepto histórico general de estilo. La palabra clásico quiere decir: que la pervivencia de la elocuencia inmediata de una obra es fundamentalmente ilimitada. El comprender debe pensarse menos como una acción de la subjetividad que como un desplazarse uno mismo hacia un acontecer de la tradición, en el que el pasado y el presente se hallan en continua mediación. Esto es lo que se tiene que hacerse oír en la teoría hermenéutica, demasiado, dominada hasta hora por la idea de un procedimiento, de un método.

b)      El significado hermenéutico de la distancia en el tiempo.

En este punto hay que recordar la regla hermenéutica de comprender el todo desde lo individual y lo individual desde el todo Aprendemos que es necesario construir una frase antes de intentar comprender el significado lingüístico de cada parte de dicha frase. La teoría hermenéutica del siglo XIX se hablaba ya del la estructura circular de la comprensión, según la cual el movimiento circular de la comprensión va y viene por los textos y acaba superándose en la comprensión completa de los mismos. Heidegger por el contrario, describe este círculo en forma tal que la comprensión del texto se encuentre determinada continuadamente por el movimiento anticipatorio de la pre comprensión. El círculo no es pues, de naturaleza formal; no es subjetivo ni objetivo, sino que describe la comprensión como la interpenetración del movimiento de la tradición y del movimiento del intérprete. El círculo de la comprensión no es en este sentido un círculo metodológico sino que describe un momento estructural ontológico de la comprensión. Este círculo trae como consecuencia la anticipación de la perfección, que significa que sólo es comprensible lo que representa una unidad perfecta de sentido. El prejuicio de la perfección contiene pues no sólo la formalidad de que un texto debe expresar perfectamente su opinión, sino también de que lo que dice es una perfecta verdad. Aquí se nos confirma que comprender significa primariamente entenderse en la cosa, y sólo secundariamente destacar y comprender la opinión del otro como tal. La posición entre extrañeza y familiaridad que ocupa para nosotros la tradición es el punto medio entre la objetividad de la distancia histórica y la pertenencia a una tradición. Y este punto medio es el verdadero tipo de la hermenéutica. Y de esta posición intermedia que está obligada a ocupar la hermenéutica se sigue que su tarea no es desarrollar un procedimiento de la comprensión, sino iluminar las condiciones bajo las cuales se comprende. El sentido de un texto supera a su autor no ocasionalmente sino siempre. Por eso la comprensión no es nunca un comportamiento sólo reproductivo, sino que es a su vez siempre productivo. Lo que se trata es de reconocer la distancia en el tiempo como una posibilidad positiva y productiva del comprender. El verdadero sentido contenido en un texto o en una obra de arte no se agota al llegar a un determinado punto final, sino que es un proceso infinito. Sólo la distancia en el tiempo hace posible resolver la verdadera cuestión crítica de la hermenéutica, la de distinguir los prejuicios verdaderos bajo los cuales comprendemos, de los prejuicios falsos que producen los malentendidos. Una hermenéutica adecuada debe mostrar en la comprensión misma la realidad de la historia. Al contenido de este requisito se llamaría historia efectual. Entender es, esencialmente, un proceso de historia efectual.



d) El principio de la historia efectual.

Cuando intentamos comprender un fenómeno histórico desde la distancia histórica que determina nuestra distancia histórica que determina nuestra situación hermenéutica en general, nos hallamos bajo los efectos de esta historia efectual. No se exige un desarrollo de la historia efectual como nueva disciplina auxiliar de las ciencias del espíritu, sino que éstas aprendan a comprenderse mejor a sí mismas y reconozcan que los efectos de la historia efectual operan en toda comprensión, sea o no consciente de ello. La conciencia histórico−efectual es un momento de la realización de la comprensión, y opera en la obtención de la pregunta correcta. La conciencia de la historia efectual es en 1° lugar conciencia de la situación hermenéutica. Ser histórico quiere decir no agotarse nunca en el saberse. Comprender es siempre el proceso de fusión de estos presuntos horizontes para sí mismos. La fusión tiene lugar constantemente en el dominio de la tradición. Todo encuentro con la tradición realizado con conciencia histórica experimenta por sí mismo la relación de tensión entre texto y presente. El proyecto de un horizonte histórico es una fase en la realización de la comprensión, y no se consolida en la autoajenación de una conciencia pasada, sino que se recupera en el propio horizonte comprensivo del presente. En la realización de la comprensión tiene lugar una verdadera fusión horizóntica que con proyecto del horizonte histórico lleva a cabo simultáneamente su superación.

Capítulo X. Recuperación del problema hermenéutico fundamental.


a) El problema hermenéutico de la aplicación.

La fusión interna de comprensión e interpretación trajo como consecuencia la completa desconexión del 3° momento de la problemática hermenéutica, el de la aplicación, respecto al contexto de la hermenéutica. Así hay que dar el paso más allá de la hermenéutica romántica, considerando como un proceso unitario no sólo el de comprensión e interpretación, sino también el de la aplicación. La historia de la hermenéutica nos enseña también que junto a la hermenéutica filológica existieron una teológica y otra jurídica, las cuales comportan junto con la primera el concepto pleno de hermenéutica. El estrecho parentesco que unía en su origen a la hermenéutica filológica con éstas dos reposaba sobre el reconocimiento de la aplicación como momento integrante de toda comprensión. Tanto para la hermenéutica jurídica como para la teológica es constitutiva la tensión que existe entre el texto −de ley o revelación− por una parte, y el sentido que alcanza su aplicación al momento concreto de la interpretación, en el juicio o en la predicación, por otra. El milagro de la comprensión consiste en que no es necesaria la congenialidad para reconocer lo que es verdaderamente significativo, el sentido originario en una tradición.